
El Monte de San Pedro, la colosal colina que domina A Coruña, es mucho más que una simple elevación geográfica. Representa un lugar de enorme importancia histórica, cultural y religiosa para la ciudad y Galicia en general. Su forma distintiva, que recuerda a una catedral, ha sido testigo de siglos de acontecimientos, desde la defensa de la ciudad contra invasiones hasta la celebración de festividades populares. Su presencia imponente ha moldeado la identidad de A Coruña, convirtiéndola en un símbolo inconfundible de la provincia. Entender su origen es, por tanto, comprender una parte fundamental de la historia de Galicia.
El monte, como punto estratégico de defensa, ha sido objeto de estudio y reinterpretación a lo largo del tiempo. Diferentes teorías y evidencias arqueológicas apuntan a una ocupación humana desde la época romana, con posibles restos de una fortaleza. Sin embargo, la leyenda que le da su nombre, ligada a San Pedro y a la figura de Don Castro, es la que ha prevalecido en la memoria colectiva, tejiendo una narrativa rica en simbolismo y significado. Por este motivo, este artículo se adentra en la compleja historia del Monte de San Pedro, desentrañando sus orígenes y su evolución a lo largo de los siglos.
El Monte en la época Romana
La presencia romana en la Península Ibérica dejó su huella en la zona de A Coruña, y es probable que el Monte de San Pedro, en su vertiente más baja, haya sido utilizado como punto de observación y control. Aunque no existen excavaciones arqueológicas que confirmen la existencia de una fortificación romana específica en la colina, su situación estratégica, con vistas a la ría y al mar, sugiere una importancia defensiva para el control de la zona. Se han encontrado restos de calzadas romanas en las cercanías que podrían indicar una conexión con rutas de comunicación y abastecimiento.
La topografía del monte, con sus rocas y terreno escarpado, probablemente dificultó la realización de trabajos de construcción a gran escala. No obstante, es plausible que los romanos hayan aprovechado las formaciones naturales existentes para construir estructuras sencillas como torres de vigilancia o posiciones de tiro. Aunque no se puede hablar de una fortificación romana elaborada, el Monte de San Pedro ya gozaba de una posición privilegiada dentro del territorio controlado por el Imperio Romano, con un potencial estratégico innegable. La conservación de este paisaje, aunque erosionado, es un testimonio de la influencia romana.
La leyenda de Don Castro y San Pedro
La leyenda que da nombre al Monte de San Pedro se remonta al siglo VIII. Narra la historia de Don Castro, un vasallo del rey Ortaces, que desafió al rey visigodo Recaredo al no jurarle lealtad a la Iglesia Católica. Por su negativa, Recaredo lo ejecutó y ordenó que su cuerpo fuera arrojado desde el monte. Sin embargo, un milagro lo salvó, y al llegar al pie del monte, se convirtió en San Pedro. Esta narrativa religiosa atribuye al monte una fuerte conexión con la fe cristiana.
La leyenda se popularizó a lo largo de los siglos, reforzando el carácter religioso del lugar. La figura de San Pedro se convirtió en el protector de A Coruña, y se erigió un templo en su honor en el monte, que posteriormente fue reemplazado por la actual iglesia de San Pedro de Paco. La historia de Don Castro y San Pedro simboliza la defensa de la libertad de conciencia y la resistencia frente a la opresión religiosa. La leyenda es un elemento central de la identidad local de A Coruña, transmitida de generación en generación.
La Fortificación Medieval y la Guerra de Independencia

A lo largo de la Edad Media, el Monte de San Pedro adquirió una nueva importancia estratégica, convirtiéndose en una impresionante fortaleza. Entre los siglos XII y XV, se construyeron murallas, torres y almenas, dotando al monte de una defensa sólida y eficiente. Esta fortificación, que se prolonga a lo largo de gran parte de la colina, permitía controlar el acceso a la ciudad y protegerla de posibles ataques enemigos.
Durante la Guerra de Independencia (1808-1814), el Monte de San Pedro jugó un papel crucial en la defensa de A Coruña contra las tropas francesas. La ciudad, al mando de la célebre María Antonia Llorente, se resistió valientemente al asedio, y el Monte de San Pedro, con sus murallas y sus artillería, se convirtió en un baluarte clave en la lucha por la libertad. Se llevaron a cabo intensos combates en la colina, que se convirtió en un símbolo de la resistencia española.
La Subasta de las Óperas y el Monte como Símbolo
En 1888, se celebró la Subasta de las Óperas, un evento que marcó un antes y un después en la historia cultural de A Coruña. El Monte de San Pedro fue el escenario de este prestigioso festival, que atrajo a artistas y público de toda Europa. La subasta contribuyó a consolidar la imagen de A Coruña como ciudad de cultura y de ocio, y el Monte de San Pedro se convirtió en un símbolo de este momento de prosperidad y reconocimiento internacional.
Durante la Subasta de las Óperas, se construyeron escenarios y teatros en la colina, aumentando su visibilidad y su importancia en el panorama urbano. Las fiestas que acompañaron al festival, con sus conciertos, bailes y actividades, transformaron el Monte de San Pedro en un centro de vida social y de celebración. La subasta supuso un impulso económico y cultural para A Coruña, y el Monte de San Pedro se convirtió en un icono de la ciudad. La legado de la subasta se sigue sintiendo hoy en día.
Conclusión
El Monte de San Pedro de A Coruña es, en definitiva, un lugar cargado de historia y significado, que ha evolucionado a lo largo de los siglos, desde su posible uso romano como punto de observación hasta su papel fundamental como fortaleza medieval y escenario de la Subasta de las Óperas. Su identidad está intrínsecamente ligada a la historia de A Coruña y de Galicia, y a la leyenda de Don Castro y San Pedro que le da su nombre.
Hoy en día, el Monte de San Pedro sigue siendo un espacio de encuentro y de celebración, un lugar donde los vecinos de A Coruña pueden disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad y del mar, y donde se celebran las festividades populares. Es un testimonio vivo de la historia, la cultura y la identidad de la ciudad, un lugar que merece ser protegido y valorado como un tesoro invaluable. Su presencia imponente, un recuerdo constante del pasado, nos conecta con la rica historia de nuestra tierra.